jueves. 02.05.2024

La tarea de aprender

Empezar hablando de que nos encontramos ante el fin de un ciclo es una obviedad, un tópico, pero un tópico no es más que una verdad repetida… En este caso, es el fin del ciclo por excelencia.

El colegio es la institución en la que nuestros hijos han pasado más tiempo del que pasarán en otra institución académica. Además, el colegio está ligado completamente a su vida desde la más tierna infancia hasta la preadolescencia o ya, la adolescencia. Aquí se forjan unos lazos que ni el tiempo, ni el espacio, ni las circunstancias van a poder cambiar.  Con mis amigos de la infancia, cuando me reencuentro con ellos, basta una mirada y una sonrisa para saber qué hay.

A veces, muchas veces, demasiadas veces, en su cara más oscura, la sociedad nos empuja a mostrar una máscara que tapa el verdadero rostro. Aquí no, en el cole nos mostramos con nuestro verdadero rostro, la carga genética que, junto con el aprendizaje, hace que seamos tal como somos, sin mentiras.

Aquí comenzó su transcurrir en la vida de nuestros hijos y, por ende, su aprendizaje. Por un lado de la mano de  la familia y por otro en clase, de la mano de compañeros, amigos y profesores. El aprendizaje no ha sido sencillo, nunca lo es. A veces se llega a él por ensayo y error. Así se va forjando la personalidad y por extensión también, al interactuar, se influye en los amigos y compañeros.

Gracias a los profesores porque su trabajo va más allá del meramente profesional. Porque este  trabajo debe ser vocacional y al ser tan cercano, tan humano, toca el corazoncito de todos. Ahora es cuando toca dar las gracias a toda la comunidad educativa, que ha puesto su empeño en educar a nuestros hijos.

A partir de ahora, el aprendizaje es duro, pero no me refiero al contenido académico, que también. Pero se aprende con el método más bonito, con el que les será más fácil aprender a desarrollarse. Me refiero a que tienen que aprender a seguir siendo niños: a no llevar demasiado tiempo la máscara, a reír de verdad, sin fisuras, a ser capaces de con su ternura cambiar la perspectiva de la vida, de compartir porque sí, de amar por que sí, porque les da la gana.

El niño que ha crecido es el que tendrán que conservar para siempre. Este niño es el que les mantendrá alegres, receptivos e ilusionados a pesar de lo que la vida les depare. Cuando  observamos a los niños, nos recuerdan que los adultos lo podemos intentar, que debemos  sacar al niño, porque solo si lo eres puedes mantener intacta la curiosidad, la ternura, la sonrisa a la vida.

Aprender a ser adulto es difícil, pero aprender a mantener al niño es una tarea que cada uno de nosotros le debe poner un adjetivo, porque cada uno sabe la distancia que le separa del niño que fue. Aunque como dice un poema de Goytisolo: “Tú no debes volver atrás / porque la vida ya te empuja / con un aullido interminable…”. Ahora están en la rampa de salida a la vida y es por ello que ahora  es cuando deben mantener intacto al niño.

A partir de ahora tenéis que aprender tanto, pero solo un método se debe imponer: el que os haga mirar al frente, insistiendo en lo bonito, en lo bello y desestimando lo feo, lo desagradable,  mirando al frente aún en la derrota, aprovechando de la derrota las ganas de vencer. Solo así será más nítido el camino, más divertido, más duro también. Pero siendo niños nadie os podrá cuestionar, jugaréis con la ventaja que da jugar con autenticidad.

Ahora nuestros hijos nos ponen deberes: nosotros, los adultos, también debemos aprender a ser niños porque solamente siendo tiernos, naturales, curiosos, rebeldes, guapos, creativos… recuperaremos -ellos nos van a ayudar- el verdadero sentido de la vida. Tenemos la tarea de aprender a seguir siempre siendo el niño que somos y la tarea de ayudarles a conservar al niño que son y que deberán ser siempre.

La tarea de aprender