viernes. 26.04.2024

WhatsApp llega al diván

Es uso de las tecnologías en nuestro día a día ha supuesto un gran avance en la comunicación e interacción de las personas. Pero todo progreso tiene un oscuro retroceso. ¿Se imaginan hace 20 años acudir a tu psicoterapeuta con el móvil para poder expresar todo lo que te ha pasado? ¿Imaginábamos tener el móvil encima de la mesa para poder estar conectado todo el tiempo con el mundo exterior incluso en consulta?

Muchas veces, la comunicación rápida, fluida e instantánea que propicia el uso de WhatsApp puede terminar en problemas de pareja generados por el mal uso de esta aplicación. Dicha aplicación nos da información sobre cuándo se conectan las otras personas, sus estados emocionales interpretados por iconos, muñecos, viñetas... que, si bien parecen simples a la hora de interpretar, dan lugar a discrepancias, ambivalencias, suposiciones y creencias erróneas, fomentando los pensamientos automáticos negativos en parejas, amigos, familia con cierta conflictividad.

Si bien es cierto que nos permiten un contacto directo con personas que tenemos a cientos de kilómetros, pueden poner a cientos de kilómetros a nuestro/a compañera/o de cama. En terapia nos encontramos a menudo frases de esta aplicación: “emoticonos que nos manda”, “silencios tras la última conexión”… lo que provoca rencillas en nuestras interacciones con otras personas.

A su vez, cuando los pacientes están en esa primera fase de enamoramiento o cercanía con otros amigos, supone un canal perfecto para reforzar dichas relaciones y potencian la creatividad y la focalización de la atención en la persona. Es un medio tecnológico eficaz a nivel temporal para que emerjan nuevas relaciones e incluso parejas.

Por otra parte, al finalizar relaciones amistosas o amorosas, puede agudizarse la dependencia y pensamientos obsesivos al comprobar constantemente las conexiones e información mediante redes sociales de la otra persona, fomentando un duelo patológico. Es importante informar a nuestros pacientes del uso responsable de las tecnologías y cómo puede beneficiar y mejorar nuestras relaciones sentimentales si aumentamos la metacognición en nuestros pensamientos, conductas y emociones.

“¿Cómo se atreve a mandarme una cara triste después de decirle que me quedo este fin de semana con él?”. “¿Me estará engañando, se conectó a las tres de la madrugada y no fue capaz de decirme nada aun estando en línea?”. “Mis dos mejores amigas están en línea, ¿estarán ocultándome algo?”. Todos estos pensamientos disfuncionales no son nuevos en la consulta, ya que en la mayoría de ocasiones emergen bajo cuadros sintomatológicos pensamientos automáticos negativos (generalización excesiva, pensamientos dicotómicos, personalización, etiquetaje, razonamiento emocional) que son combustible perfecto para emociones negativas y cuadros ansioso-depresivos.

Para concluir, es importante especificar que rasgos de personalidad obsesivos, celos, dependencia emocional, desconfianzas y conflictos de base en la pareja pueden dar la luz por medio de discusiones mediante este tipo de aplicaciones. Si bien no son buenas ni malas per se, es su uso -mejor dicho, su mal-uso- lo que desemboca en intensas críticas hacia dichas aplicaciones. Estas ‘malas hierbas’ en nuestras relaciones no aparecen por el uso de WhatsApp u otras aplicaciones o redes sociales, sino que es dicha aplicación la que sirve de trampolín para que emerjan más fieramente dicha conflictividad de relación que ya existía de base en la misma. Y tú... ¿Usas o mal-usas?

WhatsApp llega al diván