sábado. 27.04.2024

Navidad, con o sin ilusión

¿Habrá alguna cosa más penosa que esto, una Navidad sin ilusión? Pues así es como vivirán estas fechas miles y miles de personas. Y mira que es triste perder la ilusión en cualquier otra época del año, pero precisamente en Navidad…

Recuerdo lo que significaba la Navidad en otros tiempos. Aunque la celebración de estos días fuera de lo más humilde, no faltaba sin embargo esa misteriosa sensación que llenaba el alma como de algo nuevo: ¡es Navidad, Dios nos ha nacido! Una emoción genial para el que creía en ese Dios grande que un día se hizo un bebé y compartió nuestra vida.

Es como si en lo más hondo de uno resonara una convicción formidable: con un Dios así ¡mi vida está a salvo! No mi pobre vida, expuesta a mil peligros. Sino la vida total, su sentido, el de la mía y el de la de los demás. Y entonces se desataban los sentidos para aplaudir esta enorme noticia para el alma. Y empezaba la fiesta, ya con los primeros preparativos. ¡Hay que hacer el Belén! Y mientras ponías el musgo y las figuritas, y el río, y los Reyes, el mismo misterio te iba hablando de la belleza de lo que aconteció en ese portal.

Y, entre risas, unos villancicos de los de siempre, entre los que se colaba alguna letra poco piadosa… Y los primeros dulces. ¡Qué rico el turrón y el mazapán que me saben a nacimiento! ¡Qué olor el de la tierra recién cortada para el belén! Y qué dulce esa copita de anís con la que brindaban los mayores. A preparar la vieja pandereta, y la zambomba que se fabricó en la última matanza. Y a esperar a los parientes que están lejos y a los amigos que vendrán estos días.

Y llega Nochebuena, y en la misa del gallo todo nos habla de solemnidad. Es que no es cualquier cosa, es que hoy nace el Salvador. Y ese ‘hoy’ es como si fuera realmente hoy, y le decíamos al Niño: un día te veré, Señor, y te podré decir cara a cara lo mucho que te quiero, porque has hecho tanto por nosotros. Y le dabas un besito a su imagen sintiendo el escalofrío de lo que estabas haciendo, de la atmósfera sagrada de esa noche. Y le decías mientras tanto: pequeño Jesús, perdónanos porque no siempre somos lo que tú esperas de nosotros.

Y allí estaba el belén viviente, con San José, la Virgen, un montón de pastorcillos, zagalas, y toda la celebración era canto, canto al Señor y canto a los hombres, porque ellos son los beneficiados de este gran prodigio: gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama.

¡Ah, la Navidad, aquella Navidad! ¿Acaso se perdió, se quedó atrás? Despiertas al momento actual y ¿qué ves? ¿Ves esa ilusión? Ves otras cosas. Hay rostros tristes, tensos, como de aquellos que si pudieran arrancarían estos días del almanaque. Y es que estos días parece que para muchos la fiesta es forzada, artificial. Hay prisas por comprar, por gastar, y desasosiego, porque la situación de muchas familias no es nada buena. 

Hay caras tristes en la gente más joven. Justo cuando más ilusión había que tener ¿qué es lo que hay? Hay ganas no de fiesta, sino de bacanal. Noches para beber sin control, para los porritos, para las pastillitas, y si hay presupuesto hasta para algo más. Todo empuja a la locura. Hay que preparar profilácticos y píldoras del día siguiente. ¿Por qué? Porque que hay que sentir como sea, sentir, estar al límite, aunque destroces tu cuerpo, tu inocencia y tu dignidad. Porque no me importo, porque no valgo para nada, porque soy un ser sin principios; hoy esto, mañana lo otro, porque nadie me dice que la vida es algo más, bueno, nadie no, hay quien lo dice, pero paso…

¿Y los mayores? Bastante entretenidos en ocuparse sólo del dinero. Muchos de ellos abandonando sus buenas costumbres, sus valores, poco a poco, dejándose envenenar por mil historias, y vendiendo su alma…

Para muchos ya no es Navidad, ya no hay ilusión. Son las ‘fiestas de invierno’, del invierno más atroz del corazón. Fiestas de muerte, de leyes abortistas, contra la familia, contra la mujer, contra el inocente. ¡Ay, Jesús, que Herodes está más vivo que nunca!

¿Qué tendrá que pasar para que se recupere la ilusión? De momento, los que creemos en ti debemos no intentar perderla. Seguiremos poniendo el belén, mientras podamos, aunque se te persiga a ti, el mismo que treinta años después pendía de una cruz; seguiremos cantando villancicos, aunque sea en un rincón de la casa; seguiremos compartiendo con los pobres, para los que somos su única ilusión; seguiremos apostando por la familia y la vida, aunque se nos martirice; seguiremos celebrando la Nochebuena, sin dejar de pedirte por los que se darán tantas ‘nochesmalas’, noches de tinieblas y peligros, de sufrimientos y desencanto. Seguiremos ofreciéndote nuestras vidas como un humilde portal, para que nazcas en nuestra miseria, pero para que no te falte el calor, el calor que con su desprecio tantos te quieren negar.

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