viernes. 26.04.2024

El reto de unir vino y cultura

Uno de los retos del sector vitivinícola de Castilla-La Mancha es mejorar la comercialización. El sector y las administraciones públicas llevan varios años incidiendo en la necesidad de que el aumento de calidad de nuestros vinos vaya acompañado de los cauces adecuados para darlos a conocer y, en definitiva, venderlos.

La tarea no es fácil. Efectivamente, la calidad de los vinos producidos en nuestra tierra ha mejorado sustancialmente en los últimos años. Aun así, estamos en una zona en la que el agricultor obtiene una mayor rentabilidad por la cantidad que por la calidad de sus uvas. No obstante, nuestros enólogos están logrando realizar vinos extraordinarios, de una calidad superior a la acostumbrada hasta hace pocos años.

Según los datos del INE, en 2015 se consumieron 15,33 litros per cápita en Castilla-La Mancha, lo que supone unas 20 botellas al año. Si comparamos esos datos con los del 2010 (18,7 litros), se puede comprobar que en cinco años el consumo en la región ha caído considerablemente. Y hay que conocer las causas para encontrar las soluciones.

En los últimos años, estamos viendo cómo desde los ámbitos público y privado se están realizando esfuerzos por difundir y extender la cultura del vino, especialmente entre los jóvenes. La cuestión es determinar si los cauces, las formas y, sobre todo, el dinero invertido están logrando los resultados deseados.

El pasado lunes visitaba Socuéllamos Antonio Flores, enólogo y Master Blender de la mítica bodega jerezana González Byass, con motivo de la presentación de la Guía Wine Up de Joaquín Parra. El experto sorprendió a los asistentes –la mayoría pertenecientes al sector- cuando propuso una pequeña cata comentada de uno de sus olorosos. Más que una cata comentada, aquello fue un recital poético en el que el enólogo supo encontrar los vínculos entre el vino y la emoción. No dio ni una explicación técnica del vino que elabora, pero condujo con maestría a los asistentes hacia los sentimientos que despierta.

Cualquier persona con inquietudes se hubiera sentido atraída por conocer más sobre este mundo. Esta breve presentación de un vino, con un enfoque novedoso y atractivo, hace replantearse el modo en el que se está intentando atraer a los jóvenes a la cultura del vino.

Hasta ahora, aunque existan iniciativas aisladas –unas con mayor fortuna que otras-, lo cierto es que nuestra región tiene dificultades a la hora de presentar la cultura del vino como un espacio interesante que puede conjugarse con otras expresiones culturales como la música, el teatro, la poesía, la pintura…

Es cierto que se realizan esfuerzos en este sentido. Sin ir más lejos, la DO La Mancha promueve interesantes concursos anuales de fotografía, pintura o relatos relacionados con el vino. Pero en otros lugares de la geografía española es común que sean las propias bodegas las que organizan este tipo de eventos.

Las mesas redondas, las catas profesionales, las visitas técnicas a las bodegas… están muy bien para el propio sector. Pero si la intención es extender el interés y despertar la curiosidad del gran público por el vino, es necesario presentarlo de una forma más original y cautivadora. Para ello, hay que apostar por eventos de cierta magnitud que, aunque costosos, son los que fidelizan a la gente joven: festivales de música con grupos punteros en bodegas, festivales de cine y vino, visitas teatralizadas… Las posibilidades son infinitas.

La realidad de la caída del consumo de vino y el creciente desinterés de los jóvenes obliga a tomar medidas. Presentar el vino como un producto del que es necesario ser experto para disfrutarlo, vinculado a gente de edad madura y de precio poco asequible no ayudará en absoluto. En cambio, hacer ver que es una bebida idónea para disfrutar en buena compañía y asimilar su consumo a momentos de diversión y recreación cultural puede reavivar el interés de muchas personas y contribuir a aumentar el consumo.

El reto de unir vino y cultura