viernes. 26.04.2024

Hacia un Carnaval más participativo y espontáneo

El sábado del pregón se ha convertido en uno de los días más especiales de nuestro carnaval, con multitud de personas disfrazadas individualmente o en grupo. 

El Carnaval, por origen y tradición, es la fiesta más popular de todas, nacida del pueblo para su disfrute. Se trata de la festividad de la imaginación y el sentido del humor; el espacio de la ironía y la relatividad; el espejo cóncavo de Valle-Inclán; la crítica social y política; la lucidez de la broma y la complejidad de lo absurdo. Es, quizás, la fiesta más libre de todas.

La máscara y el disfraz brindan la oportunidad única y exclusiva durante el año de meternos en la piel de otros, escapar brevemente de la propia identidad para reírnos de todo y de todos, empezando por uno mismo. Aunque visto de otra forma, el disfraz, en el fondo, lo que permite es la huida de las convenciones sociales diarias y ser uno mismo en el sentido más primario y original. La auténtica gracia de todo esto, en cualquier caso, es la sorpresa, la risa nerviosa, la incredulidad de los demás ante nuestro disfraz.

El Carnaval se vive de muchas formas diferentes. Hay quien lo enfoca como una competición de ingenio, intentando superar lo realizado otros años y, sobre todo, a los competidores rivales. Es una forma lícita de entender la fiesta y, sin duda, ese espíritu competitivo contribuye a obtener resultados cada vez más espectaculares. Sin embargo, este planteamiento en ocasiones causa disputas y decepciones que diluyen el sentido final del Carnaval.

Por otra parte, está ese otro carnaval callejero y espontáneo que año tras año está experimentando un mayor seguimiento. El sábado del pregón se ha convertido en uno de los días más especiales de nuestro carnaval, con multitud de personas disfrazadas individualmente o en grupo. Aunque parece que esto es así desde siempre, hay que recordar que hace menos de una década acudía muy poca gente disfrazada al pregón y el ambiente durante todo el día no era, ni mucho menos, tan espectacular como ahora.  Igual ocurre con la fiesta de los 60 y 70, que sigue manteniendo una gran aceptación. Son días sin concursos ni premios, exentos de horarios de salida y de llegada, de jurados y criterios.

Esa forma de entender el Carnaval es la que trajo años de esplendor bajo la organización de la asociación Cacún, que este año precisamente ha recibido un merecido reconocimiento. Los amantes de esta fiesta eran los que ponían su pasión y su esfuerzo al servicio del pueblo para que el pueblo disfrutara de un carnaval hecho por los vecinos y para los vecinos.

Desde entonces, el Ayuntamiento ha sido el encargado de organizar la fiesta, con la colaboración de las peñas y asociaciones. Como es su obligación, elabora una programación completa que necesita de la participación del pueblo y su éxito o fracaso depende de ella. Y está comprobado que Socuéllamos quiere un carnaval en el que convivan las diferentes maneras de vivirlo.

Buscar ese equilibrio es el reto para que nuestro Carnaval se convierta en un referente comarcal. Potenciar ese ambiente que se vivió el sábado en nuestro pueblo y conjugarlo con el Carnaval de los desfiles y concursos. Hacer, en definitiva, una fiesta en la que cada uno de los socuellaminos, con máscara o sin ella, se sienta el auténtico protagonista. 

Hacia un Carnaval más participativo y espontáneo