sábado. 11.05.2024

Para nosotros siempre ha sido fácil escribir sobre gastronomía, de hecho creemos que es fácil escribir sobre algo que te gusta y te apasiona de este modo.

En este caso la dificultad viene dada por la connotación religiosa que trae la Semana Santa pero evidentemente es una época de fervor en ambos aspectos, religioso y gastronómico.

Aún recordamos con nostalgia aquellos Domingos de Ramos, mientras muchos yacíamos entre sueños otros golpeaban sus tambores con fuerza, siendo el despertador natural esa mañana y usando esa expresión tan militar, "tocar diana", que nos hacía dar un salto de la cama para asomarnos por la ventana y divisar ese ejército ordenado y uniformado anunciando el inicio de "nuestra" Semana Santa a soplo de corneta.

Cierto es que cada festividad en este, nuestro país gastronómico, conlleva (siendo inherente a él)  un recetario de los más variopinto. De norte a sur y de este a oeste de la geografía nacional se celebra la Semana Santa con multitud de platos y elaboraciones a modo de estandarte y llevan como ingrediente principal la cultura litúrgica de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, todo envuelto en el clima de la época del año en la que nos encontramos.

Y así es como, buscando, encontramos la primera curiosidad no del todo conocida, y es que, ¿se han fijado ustedes que la Semana Santa no cae siempre en las mismas fechas?, ¿a qué se debe?

El caso es que, curiosamente, todo el año litúrgico viene fijado por una cena, concretamente por la Ultima Cena de Jesús y sus doce apóstoles.

Se sabe que Jesús reunió a sus discípulos para celebrar la Pascua Judía y se sabe que era una noche de luna llena, ya que celebraban la huida de los israelíes de Egipto (la luna llena les sirvió como lámparas), por lo que según el calendario gregoriano el Domingo de Resurrección es el inmediatamente posterior a la primera luna llena después del equinoccio de primavera (21 marzo), y esto fija muchas de las fiestas que celebramos, como por ejemplo el Carnaval.

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Existen multitud de platos 'semanasanteros', eso sí, todos exentos de carne. Los cuarenta días que dura la Cuaresma (valga la redundancia) comienzan exactamente el Miércoles de Ceniza, señalado como el primer día de ayuno y abstinencia y como es sabido por todos los socuellaminos, fin del carnaval, palabra que procede del latín vulgar 'carnem-levare' y que significa 'abandonar la carne'. Y bien, ¿qué se come el Miércoles de Ceniza? Pues eso, sardinas.

La Cuaresma inicia un periodo de abstinencia y ayuno que, según las palabras del Arzobispado de Madrid de 1950:

«Los diocesanos que no tomen la bula y su indulto, pecan mortalmente si no observan la vigilia todos los viernes del año, guardan el ayuno todos los días de Cuaresma y abstinencia con ayuno el miércoles de ceniza, todos los viernes y sábados de Cuaresma»

Aquellos que si podían adquirir la Bula (que costaba entre 50 céntimos y 10 pesetas) y que se pagaba al párroco de cada feligrés, tenían la 

 «Obligación de observar vigilia todos los viernes de Cuaresma, guardar ayuno el miércoles de ceniza y ayunar con abstinencia el Viernes Santo».

Unas condiciones más llevaderas, cuanto menos.

Finalmente la Bula de la Santa Cruzada fue abolida en 1966.

El hecho de ser las carnes las prohibidas tiene dos razones fundamentales. La primera de ellas tiene que ver con la semejanza de la carne con el cuerpo de Cristo en la cruz, creencia más propia de países latinoamericanos. La segunda (y más aceptada) es que las carnes significaban un lujo y dado el carácter austero de la Cuaresma, culturalmente no estaba bien vista tal ostentosidad.

En definitiva sea como fuere, este veto a la carne supuso el desarrollo de una gastronomía anexa. Supuso la reinvención del pescado en todo tipo de platos y supuso el alzamiento del bacalao como protagonista principal y absoluto de la mesa.

Son múltiples sus elaboraciones y opciones, quizás la más conocida, en el potaje, pero también lo vemos con tomate, dentro de empanadillas o formando parte de un buñuelo.

 
         

Pero sin lugar a dudas, después de investigar y preguntar a cocineras tan reputadas como nuestras propias madres, tías y abuelas, son los dulces los que se llevan la palma (nunca mejor dicho) en Semana Santa.

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Desde las archiconocidas torrijas, pasando por pestiños, buñuelos, flores, leche frita, rolletes,etc... y por supuesto nuestro postre más duz, nuestro postre más autóctono, nuestro arroz con duz, del que próximamente publicaremos una receta en GastroQuixotes.

Sin más esperamos les haya resultado ameno el artículo, en estos días era de obligado cumplimiento hablar sobre las costumbres de esta semana tan santa, de esta semana tan gastronómica.

Menos BULA y más DUZ.

Santa Gastronomía