viernes. 17.05.2024

San Nicolás fue un santo católico que vivió en Asia Menor entre los siglos III y IV y que llegó a ser obispo de Myra, en Turquía. Durante esta etapa combatió el arrianismo y la herejía arriana y fue conocido por su trato candoroso hacia los niños, a los que cada navidad agasajaba con regalos que él mismo confeccionaba. La fama del santo se extendió después de su muerte y no sólo en Constantinopla, donde había 25 templos bajo su advocación. Pronto se extendería por Grecia, Rusia – donde se convertiría en el santo nacional – y todas las iglesias de Oriente influenciadas por el Imperio Bizantino.

Occidente empezó a ser impregnado por la fama de San Nicolás a través de Alemania y a raíz del matrimonio del emperador Otto II con la princesa bizantina Theofania en el año 972. Un siglo después sus restos eran robados de la catedral de Myra y llegaban a la ciudad italiana de Bari – desde entonces San Nicolás de Bari –, que se rendía inmediatamente al influjo del santo.

Entre todos los países occidentales fue Holanda el que más importancia le dio a la figura de San Nicolás y en el siglo XIII lo convirtió en patrón de Amsterdam. Esto se debe probablemente al carácter viajero y comerciante de los holandeses, que sin duda les permitió conocer las muchas leyendas que corrían en torno al santo en los países orientales. Además, San Nicolás estaba considerado como el protector de los navegantes y los holandeses eran uno de los pueblos más aventajados del mundo en esta técnica.

En Holanda el nombre de San Nicolás ha sido popularizado como Sinterklaas y ya en la Edad Media se le atribuían cualidades propias del actual Papá Noel, como la de recorrer la ciudad de tejado en tejado para conocer el comportamiento de cada cual y hacerle el regalo más adecuado, principalmente a los niños, su gran debilidad, si bien la fecha en la que lo hacía era originariamente el 6 de diciembre. La costumbre holandesa era que el regalo, camuflado originalmente, fuese acompañado de un verso o coplilla que hiciese referencia a alguna característica del regalado – al que supuestamente San Nicolás conocía bien –, ya fuese un amor reciente o un defectillo habitual, que además debía ser leído en público para el disfrute de sus allegados.

Fueron los primeros colonos holandeses quienes trasladaron el mito de San Nicolás a Estados Unidos y en la ciudad de Nueva Amsterdam – futura Nueva York – erigieron una estatua al santo por haberles protegido durante la travesía. Por entonces la iconografía del personaje correspondía a un hombre alto y barbudo ataviado como un obispo y muy alejado de la imagen actual, puesto que era enjuto y severo y no había rastro de aquella expresión colorada y bonachona con la que sería conocido después.

Fue precisamente en Estados Unidos donde esta apariencia empezaría a cambiar.  El primero en despojar al obispo turco de su severidad fue el escritor Washington Irving, que en su sátira ‘Historia de Nueva York según Knikerbocker’ pinta a San Nicolás como un personaje alegre y generoso, que fuma en pipa, viste amplios calzones y vuela en un trineo tirado por caballos blancos. Ni rastro de la túnica, ni de la frugalidad, ni de su condición de obispo, rasgos que Irving intuía que no iban a encajar en Nueva York como lo había hecho en la puritana Holanda. El personaje iba a ser popularizado por obra de la pluma de Irving y del uso común del personaje, el nombre holandés de Sinterklaas evolucionaría hacia el de Santa Claus, con el que sería conocido en Estados Unidos.

A partir de entonces, distintos artistas y escritores van añadiendo al personaje sus rasgos característicos, influyendo entre todos ellos el poema que el profesor Clement C. Moore publica en el diario neoyorkino ‘Sentinel’ y en el que los caballos son sustituidos por renos, los zuecos holandeses por calcetines colgados de la chimenea y la fecha de su aparición ya no es el 6 de diciembre sino el 24, justo en la vigilia de la Navidad.

Con la llegada de Washington Irving a Londres – donde vivirá aún dos décadas – y la irrupción de Charles Dickens con sus Cuentos de Navidad, el siglo XIX británico vive una revitalización de las tradiciones navideñas que le permite recuperar un viejo personaje de larga tradición conocido como ‘Father Christmas’, que al propagarse a Francia ya en plena simbiosis física con el Santa Claus americano, se convierte en Père Noël o Papá Noel, nombre con el que llegará también a España.

La apariencia actual de Papá Noel con su bata roja de bordes blancos y su gorro de Navidad a juego y ese aspecto bonachón y regordete se la debemos a la publicidad y en concreto a la Coca Cola, que en 1931 lanzó una campaña que fijó para siempre la iconografía del personaje. El aspecto final de Santa Claus se basó en los dibujos del ilustrador alemán Thomas Nast, que entre 1863 y 1886 había realizado una serie de dibujos del personaje muy parecidos a los actuales.

Habdon Sundblom, encargado de la campaña de Coca Cola, tomó un modelo humano para darle rostro al personaje, un vendedor jubilado llamado Lou Prentice, al que dotó de una altura y una gordura mucho mayor que la de los personajes de Nast, aunque suavizada por unos rasgos cálidos y simpáticos que inspiraban bonhomía. La campaña fue un completo éxito y logró que la imagen pacífica y conciliadora de Santa Claus fuese identificada con la marca durante muchos años.   

Papá Noel, un santo turco tuneado por la Coca Cola