viernes. 29.03.2024

Unas gachas con Donald Trump

El momento en que me enteré de que Donald Trump había ganado las elecciones en los EE.UU., imagino que se me quedó la misma cara que a los aficionados ingleses que salieron de Wembley en el minuto 88 del Inglaterra-España. Supongo que al entrar en sus móviles mientras volvían a casa y vieron el resultado debieron exclamar algo así como: “¡Maldita sea!, ¿cómo es posible?

Ni George R.R. Martin podría haber escrito un guión con final tan inesperado. Pero al igual que en Juego de Tronos, las cosas que se cuecen en Dorne responden a una lógica y las que suceden en Desembarco del Rey, a otra. Las unas influyen en las otras y las otras en las unas, pero difícilmente podría saber un habitante de Dorne que jamás hubiera pisado Desembarco del Rey porqué un hombre tan aparentemente frágil como El Gran Ruiseñor pudo conseguir hacerse con tan desmedido poder.

Y difícilmente podemos nosotros, o al menos los que jamás hemos pisado los EE.UU., hacernos a la idea de cómo vota y porqué un norteamericano. Y ya es simplificar el asunto esto de decir norteamericano, porque digo yo, que poco tendrá que ver el texano que está echando el lazo a sus reses en el rancho, con el abuelito en mangas de camisa que dormita tumbado en una hamaca a la orilla del Mississippi, o con un negro de los suburbios de Baltimore.

Yo, aún no habiéndome comido jamás una hamburguesa en la barbacoa del cuñado de Walter White, ni haber posado jamás un pie en tierra estadounidense, al estilo de Juan Ponce de León, lo hubiera tenido muy claro: siempre votaría a quien me dijera  Bruce Springsteen. Es decir, hubiera votado a la Hillary. Pero realmente no hubiera votado a la mujer de Bill, lo que hubiera hecho es votar a los demócratas. Con la nariz tapada y con cara de asco, pero a los demócratas. Porque lo dice Bruce Springsteen, porque me da muy mala onda Donald Trump y porque mi forma de ver la vida coincide mucho más con lo cosmopolita que con lo rural, con el liberalismo que con el proteccionismo, con la apertura que con la cerrazón y, bueno, ¡qué leches! porque después de ganar los unionistas en 1865 no me apetece nada que recorten terreno los confederados. Es lo que tiene haber visto ‘Arde Mississippi’ a la tierna edad de 17 años, que lo deja a uno marcado.

Pero el caso es que me pregunto -aun teniendo bastante claro que en unas supuestas elecciones locales en Socuéllamos en que se disputasen el puesto Hillary Clinton y Donald Trump, hubiera ganado de calle la mujer del hombre del saxo- qué hubiera pasado realmente si la campaña la hubieran hecho puerta a puerta entre los vecinos de nuestro amado y querido pueblo. Pues miren, tengo por seguro que hubiera ganado el del peluquín.

La prueba del algodón hubiera sido comerse unas gachas con ambos en La Estación de Autobuses de nuestro amigo Toni. Creo que la Hillary habría cogido la guindilla con las puntas de los dedos, así como si fuera el cable rojo de la bomba atómica, y le hubiera costado bastante integrarse en el corro en torno al perol. Se habría comido las gachas con un estilo elitista, y mientras tanto Donald Trump, tan campechano él, habría soltado un par de salvajadas, se habría arremangado,  limpiado los morros con el brazo y habría dado muy buena cuenta de la bota de tinto. Y prometiendo construir una fábrica para 500 trabajadores saliendo para Las Mesas, pagarse todas las gachas de aquí en adelante, y dando unos golpecitos en la espalda a todos y cada uno de los gacheros, se hubiera llevado la mayoría absoluta en menos que canta un gallo. ¿Y por qué habría ganado en nuestro pueblo el malaje este del Trump? ¿porque los de Socuéllamos somos tontos? No, habría ganado porque el partido que defiende -a mi entender- unos valores más acordes con el progreso, la dignidad y los derechos humanos, puso de candidata a una tipa que no sabía comerse unas gachas. Y, verán ustedes, no puede uno fiarse de alguien que se ponga remilgado delante de un perol.

NOTA: Desconozco la destreza de Hillary Clinton comiendo gachas. Esto, como habrán adivinado, es un suponer.

Unas gachas con Donald Trump