jueves. 25.04.2024

Cuando el motor de la felicidad se apaga

Son muchas las personas que acuden a un psicólogo presentando sintomatología de corte depresivo. En la mayoría de casos sucede que dichos síntomas son reactivos, es decir, provocados por situaciones específicas negativas que tienen un alto impacto emocional. 

Pérdidas de familiares, ruptura de pareja, desempleo, escasa red social, cambios de domicilio, cambios estacionales acompañados de cambios bruscos de hábitos, enfermedades físicas, conflictos interpersonales o intrapersonales así como cualquier situación que desborde hasta bloquear a la persona. 

Es fácil utilizar la palabra ‘depresión’ de manera coloquial para expresar un estado anímico levemente distímico, tristeza lógica en ciertas situaciones que a cualquier entristecería. El problema surge en la denominación del concepto: TRISTEZA no es DEPRESIÓN

Es normal estar angustiado los primeros meses después de una ruptura; es lógico llorar y no tener ganas de ver a nadie cuando fallece un ser querido; es adecuado mostrar tristeza cuando una circunstancia tiene un impacto negativo en nosotros y supone una pérdida, del tipo que sea: situacional, material, física... 

Cuando hablamos realmente de depresión, la persona desarrollará durante meses la siguiente sintomatología: 

Aislamiento social: “no quiero estar con nadie, sólo quiero estar en casa”.

Ánimo distímico (emocionalidad negativa caracterizada por tristeza intensa y frecuente a lo largo del funcionamiento diario).

Anhedonia (incapacidad para sentir placer, incluso cosas que anteriormente le agradaban): “No me apetece hacer nada, todo me da igual”.

Clinofilia: “sólo quiero estar tumbado sin hacer nada”.

Lloro incontrolado y frecuente o bien lo contrario, embotamiento afectivo:“Se me han secado hasta las lágrimas, ya no puedo ni llorar”.

Cambios en el patrón vigilia-sueño, frecuente insomnio nocturno y somnolencia diurna.

Inapetito o hiperfagia (cambios en los hábitos alimenticios, con pérdida o ganancia importante de peso).

Abulia: “no tengo objetivos, no tengo motivación, me digo que voy a hacer cosas pero soy incapaz”.

Desesperanza con respecto a lo que espera de uno mismo, de su entorno y de su futuro: “he dejado de creer, no veo salida”.

Cansancio, agotamiento físico: “me duele todo el cuerpo”.

Rumiaciones constantes (preocupación excesiva, pensamientos negativos que transcurren en la mente continuamente).

Fallos atencionales y memorísticos: “se me olvida todo, estoy como ausente”.

Si has reconocido estos síntomas, sabes que esto sí es depresión. Existen distintas tipologías en los cuadros depresivos, desde una depresión mayor intensa y de una duración menor, hasta distimia, pasando por trastornos situacionales depresivos

Es esencial diferenciar y dar la importancia que tiene a las personas que padecen estos síntomas. No son los culpables de encontrarse así, si bien, en la recuperación y tratamiento serán protagonistas fundamentales cuyo esfuerzo y perseverancia harán que vuelva a recuperar el motor de su felicidad. 
 

“A pesar de las decepciones, sueños rotos, injusticias y desalientos, este sigue siendo un mundo hermoso... esfuérzate en hacerte feliz”. 

Cuando el motor de la felicidad se apaga