jueves. 28.03.2024

Cervantes y La Mancha

No hay mejor embajada de nuestra tierra que la que lleva ejerciendo Don Quijote desde aquella primera publicación de 1605.

El próximo 23 de abril se cumple el 400 aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes, quizás la cima más alta de la literatura universal, cuyo reconocimiento nace de un personaje que lleva el nombre de su patria literaria, La Mancha, a la que viene dando fama universal desde hace ya cuatro siglos. No hay mejor embajada de nuestra tierra que la que lleva ejerciendo Don Quijote de la Mancha desde aquella primera publicación de 1605, año en el que ya se lanzaron otras seis ediciones, dado el éxito arrollador de aquella novela, traducida al inglés en 1612, al francés en 1614, al alemán en 1621 y al italiano en 1622. A día de hoy, medio centenar de lenguas han recitado casi de memoria uno de los comienzos más conocidos de la literatura universal: "En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme...".

No ha sido escaso el desconcierto producido por esta amnesia voluntaria del genio alcalaíno, pues muchos han sido los que han tratado de encontrar la patria exacta de Alonso Quijano, dado el enorme beneficio que un hallazgo así otorgaría al pueblo manchego escogido, tras una brillante operación de marketing a escala mundial de más de cuatro siglos.

Ilustres cervantistas como Francisco Rodríguez Marín o Luis Astrana Marín situaron la patria del Quijote en Esquivias, lugar de nacimiento de la mujer de Cervantes, Catalina Palacios de Salazar, hallando incluso a algún vecino histórico de aquella villa que pudiera haber inspirado al personaje literario, como aquel fraile llamado Alonso Quijada que encontró Astrana Marín y que según sus cálculos, Cervantes "tuvo que conocer". Más recientemente, el catedrático de la Universidad Complutense, Francisco Parra Luna, trataba de esclarecer cuál era el lugar de la Mancha a partir de las difusas pistas que Cervantes dejaba en la novela, resolviendo que el lugar en cuestión habría de estar en el Campo de Montiel y era Villanueva de los Infantes.

A pesar de estas meritorias investigaciones, no sería fácil negarle a un vecino de Argamasilla de Alba la veracidad del cautiverio de Cervantes en la Cueva del Medrano, lugar donde habría engendrado la inmortal obra, por más que los estudiosos del escritor no logren evidencia alguna de que Miguel de Cervantes conociera La Mancha de primera mano. Y cómo negarle también a un vecino de Alcázar de San Juan que en la pila de la iglesia de Santa María habría recibido Cervantes el bautismo. Y en esa misma línea, ¿alguien se atrevería a decir que los molinos de Campo de Criptana no fueron los que Don Quijote confundió con gigantes?

También Socuéllamos tendría presencia en la obra a partir de las investigaciones de Francisco Javier Escudero y María Isabel Sánchez Duque, que localizaron la Casa del Caballero del Verde Gabán, con su cueva de tinajas, en la Casa-Encomienda de Mendoza, a pesar de que la casa del caballero ya estaba localizada y explotada turísticamente en Villanueva de los Infantes. Estos historiadores también habrían localizado la Venta del Caballero en el sitio de Manjavacas y según otro colega suyo, el profesor de Historia del Derecho de la Universidad Complutense, Pedro Andrés Porras Arboledas, el lugar de la Mancha no sería otro que Pedro Muñoz.     

No hay necesidad de saber, en realidad, cuál fue la patria exacta de Don Quijote porque Cervantes dejó conscientemente una bruma sobre ella. Lo que está fuera de toda duda es que el más famoso caballero andante de la literatura universal pisó tierras como las nuestras, vio molinos como los nuestros y descansó en ventas como las manchegas. Entre todos los parajes posibles para las andanzas del caballero de la triste figura, Cervantes escogió la llanura manchega y más allá de que su elección respondiera a un encaje cómico o a un conocimiento profundo de esta tierra, su elección ha otorgado a La Mancha una fama universal.  

Gracias a ello, buena parte de las posibilidades turísticas de nuestra tierra orbitan en torno al Quijote tanto o más que en torno al mundo del vino. Aprovechar estas posibilidades creando un flujo constante de turistas de interior que quieran conocer la tierra de Don Quijote, aprovechando la cercanía de otras ciudades culturales y de gran atractivo turístico como son Madrid o Toledo, debiera ser una prioridad para los municipios manchegos, renovada por la resonancia de la celebración de este cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes.

Rendir homenaje a su figura con un buen programa de actos culturales es también de obligado cumplimiento, como bien ha hecho el Ayuntamiento de Socuéllamos, puesto que es necesario mantener viva la figura y la obra del genio de Alcalá de Henares entre las nuevas generaciones. Y tampoco estaría de más poner en valor la posible presencia de Socuéllamos en el Quijote, pues ya dijo Cervantes al cerrar su obra que si Cide Hamete no quiso nombrar el lugar de la Mancha fue "por dejar que todas las villas y lugares de La Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero". Contendamos pues, con el resto de villas y lugares, por el turismo cultural de La Mancha.

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