sábado. 20.04.2024

¿Nada nuevo en El Quijote?

Leía este fin de semana un artículo del profesor y amigo Santiago López Navia sobre las ‘Locuras amenas’ de El Quijote, y en sólo cinco o seis páginas resume en forma jocosa lo que han supuesto cuatrocientos años de interpretación de la eterna historia de don Quijote, su compañero Sancho y su enamorada Dulcinea por parte de eruditos, cervantistas, cronistas y profesores:

-Una verdadera e insólita locura.

Como ejemplo pone, entre muchos, la hipótesis de que Cide Hamete Benengeli, el verdadero autor arábigo manchego de la inmortal novela, significa “hijo del ciervo”, o que como dijo Fermín Caballero, si cogemos catorce de sus diecinueve letras, como si fuera un anagrama, tenemos el nombre de Miguel de Cervantes, y así entre muchas otras ocurrencias a cuál más extravagante.

Me recuerda entonces ése último artículo que leí también en la prensa, el último que ha aparecido sobre la vida y obra de Cervantes, a vueltas sobre que nuestro “príncipe de los ingenios” era judeoconverso y El Quijote está basado no en La Mancha, sino en Sanabria. La teoría es del profesor Leandro Rodríguez de la Universidad de Lausana, y cualquiera que hubiera leído este artículo el pasado fin de semana, pensaría en una novedad producto de este cuarto centenario de la muerte del escritor, pero nosotros, metidos en harina cervantina, ya habíamos oído hablar de ella desde hace quince o veinte años, y es que como una rueda, lo mismo vuelve una y otra vez a resurgir cada vez que se celebra un aniversario.

-Entonces nos asalta la pregunta que nos hacemos todos, ¿nada nuevo en El Quijote?

¿Qué queremos? Después de cuatro siglos de erudición y polémicas, es lógico que toda idea esté trillada, y no sólo arada como el campo, sino pisoteada, y deberíamos aceptarlo, que nada nuevo habrá bajo el Sol, salvo estas ‘locuras’ de que habla el profesor López Navia, que nos asaltan cada poco tiempo, nos hacen saltar del sillón y nos hacen poner una mueca en los labios, no sabemos si de risa, o de desaprobación.

Entonces recuerdo de nuevo el comentario que hizo un lector del diario La Nación de Argentina a la hipótesis que planteé para este centenario, y es que Cervantes cuando escribió El Quijote, no sólo hizo una crítica a los libros de caballerías, sino una especie de revancha a La Mancha, incluyendo más de treinta personajes reales que vivieron entre 1580 y 1585 en El Toboso, que por otra parte, se convierte, no sé si en el “Lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiso acordarse”, pero sí desde luego en “El Lugar” al que el poeta dedicó su libro, que no sé todavía si es lo mismo.

Estos lectores argentinos, leyendo mi artículo sobre el tema, dijeron que lo de Vivaldo, Ricote, Cardenio, ya lo conocían, y utilizaron creo que hasta las mismas palabras que yo:

-Lo mismo de siempre, bajo este sol invernal que no nos abandona.

El problema es que yo no había hablado de esos personajes, sino de otros como Haldudo, Muñatones, Berengel, Camacho y Grisóstomo, de la que la ciencia cervantina, - al menos la que yo he leído hasta ahora -, nada decía que fueran personajes reales, ni se ofrecía candidato alguno, ahora que esta nomenclatura política está tan en boga, y encima intentaba ser sensato, basándome en archivos y no en elucubraciones sanabresas, gallegas o catalanas.

Entonces unos breves comentarios, estos ‘twits’ que tan famosos se han hecho ahora, me habían contestado en cuarenta caracteres todas las largas y tediosas preguntas que me asaltaban desde hace meses: ¿Qué pensará la gente si de golpe y porrazo alguien llega y le da la vuelta a El Quijote con cientos de documentos nuevos? ¿Se sorprenderán? O al menos dirán indignados, “no puede ser… Eso es mentira”…

Pues nada, ni lo uno, ni lo otro; seguirán pensando lo mismo; aquellos que piensen que Cervantes era de Zamora, lo seguirán haciendo y los que no, se conformarán con leyendas, chascarrillos y refranes sobre su Lugar de La Mancha particular, que curiosamente suele coincidir con el que aparece en su carnet de identidad.

Como el cuento que hemos oído desde niños, después de tanto decir “que viene el lobo”, cuando viene, nadie le reconoce, y entonces mi lobo, - la nueva interpretación que planteo sobre El Quijote -, pues lo mismo no es un lobo, y en vez de comerse a todos los animales del bosque cervantino, es un perrito de criadero que se tiene que volver a su casa manchega a beber en su plato de leche.

¿Nada nuevo en El Quijote?