viernes. 29.03.2024

El lunes 18 de abril me encontraba en la Plaza de Cataluña en Barcelona: me quedé un rato allí, porque alrededor mío había unas tiendas montadas en una parte de la plaza- como si fueran de prófugos- y, bastante cerca, algunos chicos con unas pancartas, cuyas inscripciones me llamaron la atención porque se referían al tema de la inmigración.

No cabe duda de que este es un argumento de candente actualidad, ya que más de un millón de refugiados e inmigrantes llegaron a Europa en 2015 y el número sigue creciendo en lo que va de año. De hecho, se trata del flujo de entradas más considerable que se ha registrado en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Según los datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), este siglo está caracterizado por la explosión del fenómeno migratorio, signo de problemas que afectan a la vida y la muerte de miles de individuos a raíz de los conflictos sangrientos de Siria, Iraq y Afganistán.

En los carteles que leí, una frase- en particular- saltaba a la vista: “Si miras al enemigo de rodillas te parece más grande”. El lema -reelaboración actualizada del de José de San Martín, el gran libertador argentino- se dirigía en un nuevo contexto a un hipotético ciudadano europeo, español o de otro estado miembro, que mira al migrante como a un enemigo.

Esto pasaba al mismo tiempo que todos los grupos municipales del Ayuntamiento de Barcelona protestaban contra el Real Decreto Ley 16/2012 del PP que limita los servicios sanitarios a los inmigrantes ilegales a la asistencia básica como la de urgencias, maternidad y cuidados de niños, quedando excluido cualquier otro tipo de beneficio.

 Es justo reflexionar sobre el hecho, pensar no solamente en lo propio, sino en otros colectivos de distintas culturas, y lo digo en calidad de estudiante de lenguas en la Universidad de Génova. Por otro lado, lo cierto es que este fenómeno resulta 'incómodo' y que hay que tratar con mucho cuidado el tema, sin caer en el 'buenismo'. En mi opinión hay que elegir: es necesario acoger solamente a los refugiados que escapan de un guerra real y no a todos los que llegan clandestinamente. Además, como dijo Ángela Merkel: “La llegada de tanta gente nos costará tiempo, fuerza y dinero”.

En conclusión, considero arriesgado manifestarse a favor de las personas que llegan de manera ilegal al “Viejo Continente”.

Ni castigo ni buenismo