sábado. 27.04.2024

El vino será nuestro guía

Les invitamos a descubrir, en el corazón de La Mancha, una tierra de contrastes, un cruce de caminos. Una tierra por descubrir, donde los amaneceres y anocheceres son evocadores, y en el que mirar al cielo nos invita a pensar que el hombre transciende al tiempo que le toca vivir.

Recuerdan otra época, en el que emerge un mar de viñedos que nos muestra que la ecología se ha dado de forma natural. Un lugar de hombres recios que han labrado el campo y forjado su carácter alrededor de ella: la madre, la tierra.

La paciencia por llegar hasta la cosecha ha dejado la impronta en una tierra en la que la dedicación y el sacrificio dan sus frutos, que aquí es el fruto por excelencia: la uva, adorada desde los romanos, ponderada por señores y villanos, por labradores y aristócratas, por bárbaros y filósofos. Es la uva, la que nace y crece en esta tierra de contrastes, de cruce de caminos y como lo que es fronterizo, maravilloso.

Una tierra a la que nunca se le ha dado el valor que merece, que guarda la inocencia de lo que todavía no ha sido descubierto. Para viajeros convencidos de que otro turismo es posible, les invitamos a descubrir lo auténtico, a saborear el elixir de dioses que sólo los siglos y las gentes han sabido paladear. Con el sabor que no pasa con las modas, perdura en el tiempo, pues es el tiempo el que ha sabido darle el sentido que tiene.

Sin más, así, a pecho descubierto y por derecho, Socuéllamos es ‘Patria del Vino’. El pasaporte que se requiere para cruzar su frontera es el amor por descubrir lo que nos cuentan nuestros sentidos. El vino será nuestro guía.

El vino no es baladí, es arte y como tal, aviva el ingenio. Su origen se pierde en el tiempo y  cuando llega se queda. Por los lugares que ha pasado ha sido inspiración de poetas y alegría de hombres recios.

El Mediterráneo meció el vino y en La Mancha, ya tierra adentro, el cielo. El horizonte infinito le dio el color de la nostalgia y el amanecer lo dejó llorar para que cuando llegara al cenit reventara de alegría.

El vino nos trae el recuerdo de todas las gentes, de nuestros ancestros que lucharon con tenaz ahínco para disfrutar de la recompensa: durmieron al raso, comieron a la intemperie… Pero también nos trae añoranza de tiempos felices, cuando el hombre y la naturaleza eran uno, vivían en sintonía. La tierra, la cepa, la madre, marcan las estaciones del año, el discurrir natural de la vida.

La tradición, la naturaleza, la cultura, lo sagrado. Todo eso es el mundo del vino: cura el alma y el cuerpo, despierta los sentidos, ensalza la amistad. Baco y Dionisio ya lo divinizaron y después se consagró. Ya no hay más, se cierra el círculo. Por esto, por todo, por tanto, hagamos un brindis con el más noble de los licores: el vino. Aunque el trago sea amargo, sabe igual que la vida, y por ende, nos reconcilia con ella.

Para que de una vez y para siempre aprendamos a querer lo que somos, ¡un brindis por el vino!

El vino será nuestro guía