viernes. 03.05.2024

Por qué Aldonza Lorenzo fue socuellamina

La obsesión  por encontrar en el Toboso personas reales que pudieran haber servido a Cervantes de inspiración o modelo para el diseño de los personajes de su inmortal novela llega a extremos tan poco justificables como  los de afirmar que el nombre de Dulcinea  procede del de Doña Ana María Martínez Zarco de Meneses, que fue la propietaria de la que hoy se denomina Casa de Dulcinea, afirmando que el hermoso nombre de la Emperatriz  de la Mancha sería el resultado de unir Dulce con Ana, cuando es evidente que el manco de Lepanto se inspiró, sobre todo, en el de Melibea, la protagonista de La Celestina. 

Para saber si verdaderamente Aldonza Lorenzo era natural del Toboso será preciso determinar en qué momento se produjo esta  denominación, cuáles fueron las causas del error que hizo posible  que fuera equivocadamente llamada, y quién fue responsable  de la evidente inexactitud, que ha llevado a que, durante tanto tiempo, no fuese conocida con su verdadero nombre: Dulcinea de Socuéllamos.

Si leemos atentamente la inmortal novela, observaremos que, en la ficción, encontramos los siguientes autores: a) Autor primero (Capítulos 1 al 8); b) Cronista Cide Hamete Benengueli, capítulo 9 en adelante; c) Traductor, morisco aljamiado; d)Poetas: Académicos de Argamasilla; e) Narrador: voz textual anónima que organiza, prologa,  elabora los sonetos  iniciales y edita el texto completo.

Así pues, el autor del prólogo y de los poemas iniciales los redactó una vez que la narración estaba concluida y al menos debió conocer los siete primeros capítulos, y lo mismo sucedió a Cide Hamete Benengueli, que, según él mismo manifiesta, era el autor del texto, que sería traducido por el moro aljamiado solamente a partir del capítulo IX, en el que da cuenta del hallazgo del manuscrito, en el que se encontraba un retrato de Dulcinea, elaborado, sin duda, tras haber leído los capítulos iniciales escritos por ese autor primero del que el propio Don Quijote puso en duda su veracidad, cuando afirmó en la segunda parte de la novela: “y así temo que en aquella historia que dicen anda impresa de mis hazañas si por ventura ha sido su autor algún sabio mi enemigo habrá puesto unas cosas por otras”.

Del mismo modo, los poetas académicos de Argamasilla, cuando compusieron sus epitafios, ya conocían el texto inicial de la narración, por tanto, es evidente que el único responsable de la ubicación de Aldonza Lorenzo en la aldea de El Toboso es ese primer autor, quizá enemigo de Don Quijote y del que afirma que “habrá puesto unas cosas por otras”.

Según este primer narrador, la razón de la nueva denominación  no es otra que asignarle un nombre que fuese “músico, peregrino y significativo”, y que, por tanto, es una razón fonética, la presencia de tres sonidos vocálicos parecidos, la que llevó a este autor anónimo, que  ponía unas cosas por otras, a la utilización de una palabra tan especialmente eufónica, cuyo nombre procede pura y simplemente de las abundante tobas que se criaban en sus alrededores.

Sabemos, con toda certeza, que la villa pertenecía a la Orden de Santiago y que, según se afirma en las relaciones topográficas de Felipe II, en 1575, había de aportar sus diezmos a la encomienda de Socuéllamos, junto con los de Las Mesas, de la Mota, de Pedro Muñoz y de Campo de Criptana, mientras que, ya en 1778, casi doscientos años después, mantuvo litigios con Socuéllamos y en ese tiempo disponía de alcalde mayor y tenía su término amojonado y dividido.

Si reflexionamos sobre la aparición, en el capítulo IX, de la primera parte del cartapacio en el que Cide Hamete Benengeli  había escrito la continuación de las aventuras narradas por el primer autor, podemos constatar que, al referirse a Dulcinea, la sarcástica alabanza que en el margen se encontraba, afirmando que la dama tenía la mejor mano para salar puercos que cualquier otra mujer de La Mancha, aludiendo a la gran cantidad de moriscos que habitaron en Socuéllamos, hasta tal punto que, entre los años 1574 y 1609, el número de los procesados, cuyos expedientes se guardaron en el Archivo Provincial de Cuenca fue, al menos, 45,  ya que el atribuir a una moza que vivía en una población tan poco ortodoxa esta extraordinaria capacidad para salar adecuadamente la carne del animal prohibido para sus convecinos o para ella misma, no dejaba de ser un recurso humorístico que también se adaptaba perfectamente a la realidad social de Socuéllamos en aquellos tiempos.

En  1568 habían llegado a esta ciudad cuarenta familias moriscas expulsadas de Granada, tras el fracaso de la rebelión de las Alpujarras, y la Inquisición había ubicado en una casa situada en el número tres de la calle Don Pascual, a uno de sus delegados con la misión de vigilar a los recién llegados.

En otro orden de cosas, la realidad es que en Socuéllamos el patronímico Lorenzo estuvo presente desde tiempos antiquísimos, tal como hemos constatado en diversos documentos que atestiguan que en 1475, don Lorenzo Mejía fue comendador de esta villa, y que desde 1756, nuestra feria se celebró el día diez de agosto, lo que prueba que la devoción a este santo era muy anterior  a la fecha citada (11). Por otra parte, este apellido, tan propio y característico de los labradores de Socuéllamos, es  el del único torero socuellamino, hoy prematura y fatalmente desparecido, que ha llegado a ser matador de toros, Lorenzo Manuel Villarta.

Otro argumento de no menos valor es la  fama de hermosas y gentiles que han tenido, desde remotos y antiquísimos tiempos, las mujeres socuellaminas que ha dado lugar a gran cantidad de coplas, de entre la que nos permitimos recordar  aquella que decía      “Villarrobledo grande, corral de vacas;  Socuéllamos,  pequeño, buenas muchachas”.                                                           

Y, ciertamente, dado que el nombre  y el apellido Lorenzo eran característicos y propios de esta villa, que era especialmente  devota de  este santo, y que en Socuéllamos residía un tan elevado número de moriscos,  y si, por otra parte, tenemos en cuenta que los paisajes urbanos y rurales que se describen en los capítulos VIII y IX de la segunda parte eran en aquellos tiempos los específicos de esta ciudad, debemos considerar que “la labradora que vivía en un lugar cerca del suyo”, es decir, cerca de Argamasilla de Alba, no podía ser más que de Socuéllamos y, por si no fuera suficiente, la fama de sus mozas, ya unánimemente difundida y aceptada en la frontera de los siglos XVI y XVII, sería la razón que nos reafirmaría en nuestra hipótesis.

Frente a estos convincentes argumentos, las aseveraciones de aquel autor anónimo y tachado de falsario por Don Quijote de poco han de valer para los socuellaminos y socuellaminas de bien y para todos los que crean en la suprema belleza y dignidad de las hijas de Socuéllamos, merecedoras de ser tan amadas y apreciadas como Dulcinea lo fuera por Don Quijote.

Por qué Aldonza Lorenzo fue socuellamina