domingo. 28.04.2024

Desmoronamiento de la socialdemocracia

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) atraviesa una crisis extremadamente profunda. ¿Qué pudo provocar la caída electoral del partido que más ha gobernado desde la consolidación democrática?¿Cuándo comenzó a debilitarse?

En las elecciones generales de 1982, el PSOE accedió al Gobierno por primera vez en la joven democracia. Sus líneas reformistas y moderadas cautivaron  a una gran parte del electorado que lo llevó a obtener 202 diputados, un techo electoral ideal que le permitió al ejecutivo de Felipe González consolidar la democracia, concluir el proceso autonómico, desarrollar los derechos civiles y sociales, y normalizar la política internacional. Desde entonces, y a excepción de la primera y segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, el PSOE ha caído constantemente tocando su suelo electoral con 84 escaños en las pasadas elecciones generales del 26 de junio de 2016.

Cierto es que el PSOE ha seguido unas líneas muy similares a sus homólogos europeos. Algunos partidos socialdemócratas han sufrido, entre el año 2005 y 2007, un desgaste electoral en su base tradicional sin ganar nuevos apoyos, y han podido perder credibilidad como defensores del modelo del Estado Social de Derecho.

Un claro ejemplo es el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD): sus reformas laborales y del sistema de protección social aumentaron la competitividad de la economía, pero crearon un descontento inicialmente capitalizado por el partido heredero de los comunistas de la desaparecida República Democrática Alemana (RDA). Por decirlo así, el SPD perdió capacidad de identificación política. Con respecto a Europa, la caída del PSOE es la más pronunciada en la socialdemocracia europea tras el Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK).

Los distintos ciclos políticos nacionales hicieron que la izquierda y las fuerzas progresistas retrocedieran en el Parlamento Europeo pese a una coincidencia con los peores años de la crisis económica. En unos casos porque los Gobiernos conservadores habían adoptado políticas intervencionistas y, en otros, porque la izquierda llegaba a las elecciones desacreditada como fuerza de oposición y por su pésima gestión de la crisis, especialmente cuando les ha correspondido introducir el giro a la austeridad, como en el caso de Grecia y España.

Los Gobiernos socialdemócratas existentes en Europa en 2008 han sido desalojados del poder en años posteriores, y es bastante plausible la hipótesis de que la causa sea el castigo de los electores por no haber ofrecido una rápida salida a la crisis económica y política, ni haber podido evitar el creciente desempleo.

Centrándonos en el caso particular de España, las consecuencias que provocaron la caída del PSOE, en primer lugar, fue la dura recesión económica que ocasionó un profundo malestar en la sociedad. El creciente desempleo, el drástico giro hacia políticas impopulares (dando prioridad a la reducción del déficit), así como el sentimiento de incertidumbre que lo acompañó generó una desafección por parte de la ciudadanía que desembocó en el estallido del 15M, en el cual, un grupo de profesores universitarios sacarían tajada para aglutinar el malestar social en base a la creación de un futuro nuevo partido.

Es evidente que el Movimiento 15M no tuvo un efecto inmediato, pues Mariano Rajoy obtuvo la mayoría absoluta con 186 escaños frente a un socialismo que había tocado fondo hasta el momento. No obstante, a partir de enero de 2014 se creó un nuevo partido de escisión izquierdista representado por mareas ciudadanas y activistas del 15M, con determinadas franquicias en ámbitos locales y autonómicos que conseguirían enamorar al electorado no representado por el sistema de partidos tradicional. Podemos ha conseguido conectar con la sociedad que se había movilizado ocupando, además, una parte del terreno electoral del socialismo español. Desde el nacimiento del partido morado, el PSOE ha perdido seis millones de votos, y si retrocedemos a los años 80, su pérdida es del 26%.

Contradiciendo el dicho popular, después de la tormenta no llegará la calma. Con Pedro Sánchez a la cabeza como secretario general del PSOE, el partido obtuvo el peor resultado de su historia en las elecciones del 20 de diciembre de 2015, quien volvió a batir el record seis meses después. La división interna entre partidarios de Pedro Sánchez y discrepantes del mismo sobre la acción de abstenerse ante un gobierno del Partido Popular (PP) tras las elecciones del 26J llevó a que el vasallo Antonio Pradas, enviado de la sultana Susana Díaz, presentara 17 dimisiones de la Ejecutiva, lo que ocasionó uno de los escándalos internos más extremos del PSOE y la dimisión del secretario general.

A escala macro, la crisis económica provocó a su vez una crisis política en el seno de los partidos socialdemócratas europeos, quienes gobernaban o habían estado gobernando tras el paso de la misma. Ello desencadenó, a su vez, el crecimiento de la abstención y, por otro lado, el auge de partidos nacionalistas o de protesta, más o menos de corte populista.

Contraponiendo el estudio del economista alemán Albert O. Hirschman y haciendo una analogía sobre su tesis y el PSOE, se puede decir que una parte del votante identificado con la izquierda ha visto un sustitutivo en el mercado electoral, utilizando la salida hacia partidos como Podemos o Ciudadanos, una vez que su voz no ha sido escuchada. En cambio, los partidos de ideología liberal-conservadora, como en el caso del PP, tienden a tener un suelo de lealtad, la cual, hará más probable la voz que la salida ante otros posibles sustitutivos.

El PSOE ha sido barrido en municipios y comunidades autónomas que presidía. Pedro Sánchez y su equipo no mantuvieron, a mi parecer, una oposición creíble y coherente. Sus líneas poco ilusionantes, desmovilizadoras y las agitaciones internas daban a entender que quedaban muy alejados como alternativa de gobierno. El propio Zapatero se posicionó una semana antes de las elecciones del 20D: “se cumple un papel muy importante en la oposición”. Esta frase podría inducir a que no cumplieron una oposición útil en la legislatura pasada o, por el contrario, que debían cumplirla en ésta.

Actualmente, es estratégico que el ex secretario general de los socialistas reaparezca para reclamar a la militancia que recuperen la verdadera identidad del PSOE, ¿un PSOE nuevamente cabalgado por él? Esta estrategia podría darle de nuevo el puesto que le arrebataron. Como bien afirma John D. May en su teoría sobre la Ley de la Disparidad Curvilínea, los votantes y militantes tienden a alejarse de los líderes, pues estos se acercan más al centro, mientras que los primeros se alejan de él. Esto sería motor suficiente para que Sánchez tomara la decisión de presentarse nuevamente para captar al electorado huérfano, el cual  pudiera buscar un partido sustitutivo más pronto que tarde.

La socialdemocracia, y en particular el PSOE, necesita ante todo construir una nueva identidad vinculada a una estrategia alternativa a su derecha e izquierda, que combine la consolidación fiscal con el regreso al crecimiento económico. Para dar credibilidad a esta renovación, se deben dar cambios de liderazgos y conseguir una personificación a lo felipista o zapaterista.

En suma, la socialdemocracia debe volver a ser creíble en Europa y en el conjunto de los Estados y, de esta manera, recuperar su equilibrio inicial. Es el camino que les toca recorrer para captar los votos perdidos, con líneas reformistas y moderadas que ocupen gran parte de su espectro ideológico. Lamentablemente, será difícil conseguir dicho equilibrio en el contexto actual de globalización, pero si alguien piensa que el PSOE podrá desaparecer como si de una UCD se tratase, está muy equivocado.

Desmoronamiento de la socialdemocracia