viernes. 03.05.2024

Juan Manuel Medina vive la Semana Santa de Socuéllamos de forma especial. Desde su adolescencia ha pertenecido a la Hermandad de los Crucíferos de la Caridad, ostentando su presidencia durante varias décadas hasta que el año pasado pasó a la secretaría. Juan Manuel ha dedicado gran parte de su vida a la Semana Santa, pero también a la promoción cultural a través del folclore y a la política activa. Este año ha sido designado por la Junta de Cofradías para ofrecer el Pregón de la Semana Santa 2017, que se celebra este sábado a las 20.30 horas en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.

Después de toda una vida vinculada al mundo cofrade, ¿qué supone dar el Pregón de la Semana Santa?

Para mí es una cosa muy importante. Entré a los catorce años en la Hermandad de los Crucíferos y a los dieciséis Manolo Cañadas me dijo que fuera a la Junta Directiva, donde calculo que llevo más de 50 años. En la Junta de Cofradías también llevo mucho tiempo porque antes iban dos o tres miembros de cada Cofradía. Lo estoy viviendo muy intensamente y para mí supone una gran alegría, ilusión y una responsabilidad. La Semana Santa para mí tiene una importancia grande por mis raíces familiares.

¿Qué mensaje le gustaría transmitir en el Pregón?

El pregón está estructurado en tres partes de diez minutos y en cada una de ellas interviene la Banda Municipal. En la primera parte, por mis convicciones familiares, quiero hacer un repaso muy vivencial de mi experiencia personal, de lo que para mí ha supuesto la Semana Santa y el conocimiento de personas muy concretas.

La segunda parte quiero que sea de anuncio de lo que supone la misericordia de Dios y la redención para llegar a la Resurrección, que es la máxima liberación de la humanidad. La última es una reflexión de los impedimentos que tenemos todos -y también las cofradías- para que el Reino de Dios sea una realidad en el mundo. Como dice el apóstol Santiago: “¿de qué sirve tener fe sino tienes obras?” La fe sin obras es una fe muerta.

No hay la misma concienciación del hecho cultural que del hecho religioso.

La Semana Santa tiene un componente importante de tradición, arte y cultura. ¿Tiene la sensación de que el verdadero sentido de esta celebración queda a veces en un segundo plano?

En Socuéllamos, afortunadamente, participa mucha gente. La Semana Santa tiene un componente artístico, tradicional y cultural que no se puede separar de la parte de la fe. Pero estoy convencido de que no se vive con la misma intensidad la tradición que la fe. La Semana Santa es uno de los momentos más importantes de la vida de un cristiano y su columna vertebral es el Triduo Pascual. El Jueves Santo se conmemora la institución de la Eucaristía y el Sacerdocio, el amor, la entrega; el Viernes Santo, la Pasión y la Muerte de Cristo para culminar con la Gran Vigilia Pascual de la Resurrección.

Vemos mucha gente en las procesiones, en las cofradías, en la preparación de imágenes, pero en estos actos la gente no participa con la misma intensidad. Se da también con las misas de hermandad, donde la afluencia es ínfima y no se participa. No hay la misma concienciación del hecho cultural que del hecho religioso.

A lo largo de tantos años habrá asistido a muchos pregones. ¿Hay alguno que recuerde en especial?

Es interesante porque cada persona le da su impronta personal. Recuerdo un año que fue la hija de Francisco Izquierdo, que lo enfocó desde un punto de vista cristiano pero como científica. El año que lo dio Escudero, no pudo desligar el pregón de su condición de investigador… Cada persona le da su aportación y todos son interesantes.

Nuestra Semana Santa, a diferencia de otras regiones, siempre ha sido muy austera.

¿Cómo ha evolucionado la Semana Santa de Socuéllamos?

Como soy muy viejo, recuerdo que cuando era pequeño, en la posguerra, hubo un ‘boom’ en los aspectos religiosos de una forma triunfalista. Luego fue cayendo y llegó otra época en la que hubo hermandades y cofradías que estuvieron al borde de la desaparición. Fue una etapa muy gris y plana. Luego ha ido resurgiendo, afortunadamente, hasta llegar a la actualidad.

Ha habido una evolución importante, pero no podemos desligar de la realidad social que vivimos. Ahora con un móvil puedes estar conectado a la otra punta del planeta y la globalización, que debería ser una cosa positiva, a veces no lo es. Nuestra Semana Santa, a diferencia de otras regiones, siempre ha sido muy austera. Aquí la Semana Santa era así. Había un silencio sepulcral cuando pasaban las procesiones. Sobre todo el Viernes Santo, había un silencio y un respeto absoluto. Decía la gente que era entrar la Hermandad de los Crucíferos y se oía respirar a la persona que tenías al lado y eso emociona.

Ahora la gente aplaude, dice ¡viva!... Con todos mis respetos hacia quien lo hace, ese no es nuestro estilo. Cuando veo un paso que va representando un momento trágico de la vida de Cristo, que la gente empiece a aplaudir me chirría. Yo he estado mucho tiempo trabajando en Málaga y he visto procesiones y la forma de vivirlo me ponía los pelos de punta. Pero va con su forma de ser y a nosotros no nos sale.

También llevamos algunos años que, habiendo mucha participación, en la procesión del Viernes Santo hay una disminución grande de nazarenos que sí van con su cofradía titular. No sé si será coyuntural o será signo de algo.

Ha pasado casi un año desde que dejó la presidencia de los Crucíferos de la Caridad. ¿Cómo lo ha vivido?

Sigo muy ligado. Desgraciadamente, no hay codazos para ocupar cargos en las cofradías. En mi hermandad, como en todas, la participación en las asambleas es nula. Como hicimos, Virgilio que era el secretario entró como presidente y tuve que asumir la secretaría porque no había gente.

Hoy en día sigue en el esquema de la gente que para ser cristiano hay que ser de derechas.

Alguna vez ha contado que en su juventud llegó a ser denunciado al Obispado por su militancia política. ¿Sigue siendo un estigma ser cristiano y de izquierdas?

No con la misma intensidad que en aquellos años. Salíamos de un nacional-catolicismo en el que todo lo que era política, si no era del régimen, era malo. Que ‘uno de los nuestros’, como se decía entonces, saliera un poco rojillo, pues aquello fue… Hoy en día eso ha desaparecido aunque sigue en el esquema de la gente que para ser cristiano hay que ser de derechas.

Hace unos años, en unas jornadas que organiza la Delegación Diocesana de Pastoral Familiar, me pidieron que participara en un taller sobre vida política. Fuimos un representante del Partido Popular y yo. Me decía que los mismos problemas tenía él que yo y me contaba que en el PP de Ciudad Real le decían ‘el del Opus’ como algo despectivo. En ese sentido, yo tuve más problemas en la Iglesia, en el partido siempre se me ha respetado mucho.

Con Francisco I llegaron otros vientos a la Iglesia. ¿Cómo ve el papel de la institución en el mundo en estos momentos?

La Iglesia siempre va a tener una parte de crítica. La función de la Iglesia jerárquica, del Papa y los obispos, es acompañar en la fe a los demás y orientar. Hay aspectos que la Iglesia nunca va a poder cambiar. No va a llegar nunca un Papa o un obispo que vaya a bendecir el aborto la eutanasia. La Iglesia siempre va a defender el derecho a la vida porque desde la fe entendemos que la vida no nos pertenece, nos la ha dado Dios y tenemos que cultivarla.

No me imagino que la Iglesia vaya a casar a una pareja homosexual, pero debe ser tolerante ante los avances de la sociedad. El amor de Dios y la Misericordia de Dios llega a todo el mundo, independientemente de la condición social o la orientación sexual. El amor de Dios está por encima de todo eso.

Se va avanzando, pero hay un escalón entre la base y la jerarquía de la Iglesia.

En la Iglesia sigue faltando que esa percepción llegue a la gente. Hay personas que nunca han escuchado una palabra de cariño y no han tenido a nadie que les diga Dios las quiere, sean como sean. Se va avanzando y hay un escalón entre la base y la jerarquía de la Iglesia, quizás porque los laicos estamos más a ras de suelo. Es cierto que hay obispos y curas que son muy abiertos… Hay que insistir en la misericordia.

¿Cree que la Iglesia Católica sufre más ataques que otras religiones?

Hace muchos años se decía: “En España siempre vamos detrás de los curas; o con palos o con velas”. Por la tradición que tenemos en España y porque curas, obispos e iglesias tenemos en todos los pueblos, es más fácil atacar a la Iglesia que a otras religiones. Tampoco somos tontos, que salga una persona a vocear en una Misa, sabe que no va a tener ningún peligro físico y en una mezquita a lo mejor se lo piensa un poco. Salen unas mujeres y se despechugan en una Misa y saben que a lo mejor la Justicia les va a condenar, pero no va a haber alguna agresión física, y en otras religiones a lo mejor sí.

En el programa de esta Semana Santa se fija la atención este año en el Viernes Santo y en el significado de la Cruz. ¿Por qué es tan importante?

Todos los momentos son muy importantes. La Cruz es el símbolo de la Muerte de Cristo y hoy en día ver una cruz es algo muy normal, pero en los primeros años del cristianismo es como si vemos ahora una horca o una guillotina. Es un instrumento de tortura y no se entendía cómo se podía venerar eso. Pero a lo largo de los siglos se asumió que ese instrumento sirvió para consumar el misterio de la Redención.

El Viernes Santo es muy importante porque es el momento culmen en el que muere Cristo. La Iglesia no da más importancia a uno que a otro en el Triduo Pascual. Cristo nos salva haciéndose hombre y la mayor atadura que tiene el ser humano es la muerte. Cristo asume la condición de hombre para morir, pero venciendo la muerte y resucitando. Al resucitar rompe todas las ataduras y libera de la esclavitud al ser humano.

Por desgracia, muchas veces los cristianos nos quedamos en la Cruz, que es muy importante, pero si va a acompañada de la Resurrección.

Juan Manuel Medina: “En Semana Santa, la gente vive con mayor intensidad la tradición...